Grecia es la cuna de nuestra civilización, el destino que inspiró grandes obras de arte y que también inspira a muchos viajeros. Pero con más de 200 islas, organizar el viaje puede llegar a ser una tarea algo difìcil. ¿Cuáles son las mejores islas griegas? Hoy te invitamos a conocer 7 de las mejores islas griegas donde de seguro pasarás unas vacaciones inolvidables.
1. SIROS
En Siros, capital de las Cícladas, no encontrarás casitas encaladas y coquetas callejuelas. La colorida ciudad decimonónica de Ermúpoli corona dos picos: uno de tradición ortodoxa y otro de tradición católica, vestigio de la larga ocupación veneciana de la zona.
Ermúpoli tiene un innegable aire italiano, con sus plazas de mármol, mansiones regias y el teatro municipal Apolo, modelado a partir del teatro milanés La Scala y que representa el corazón del prestigioso panorama cultural de la isla. Siros celebra festivales de animación, danza, arte digital, cine, música clásica y rembetiko, el blues griego que popularizó el músico local Markos Vamvakaris.
En Ano Syra, la parte alta de la ciudad, unos pocos locales de rembetiko resisten al paso de tiempo.
Siros, que una vez fue el astillero más importante de Grecia, aún cuenta con un varadero en Neorion, pero el legado más espléndido de la industria marítima son las mansiones de Vaporia y Poseidonia. Las playas no son tan espectaculares, con la honrosa excepción de las playas de Delfini, Varvarousa y Aetos en la zona asilvestrada del norte, pero lo que sí abundan son maravillosas tabernas.
Ambela para los que buscan el pescado más fresco; Iliovasilema, en la playa de Galissas, ofrece platos increíbles como la ensalada de romero marino con erizo de mar o su sopa de sebastes; o Allou Yallou, en el precioso pueblo costero de Kini, el sitio perfecto para comer langosta con orzo.
En Ermúpoli, los sitios más lujosos para comer y beber algo están en la calle Androu: Ousyra, donde el chef sirve pasta a la griega y ensaladas equilibradas y deliciosas, y Django Gelato, donde el helado de castañas tostadas y el sorbete de higo se agotan a la media hora. Tal vez el restaurante más bonito sea Mazi, con su patio cubierto de hiedra engalanado de buganvilla.
No puedes irte sin aprovisionarte de delicias turcas y queso San Michalis de la tienda de delicatessen Prekas y sin comprarte unas gafas de sol de madera hechas a mano en Zylo.
2. SANTORINI
Las parejas recién casadas de chinos y americanos hacen cola para sacarse selfies dándose arrumacos con el atardecer de Santorini de fondo. Puede sonar a cliché, pero la imagen del sol hundiéndose en la caldera volcánica sumergida sigue siendo arrebatadora.
Aparte del viaje en barco al cráter humeante de Nea Kameni y los baños termales de Palea Kameni, no hay mucho que hacer aparte de contemplar las vistas arrebatadoras desde la suite, a vista de pájaro al borde de la caldera.
La mayoría de alojamientos se concentran en Oia e Imerovigli, pero el pueblo de Pyrgos está en alza, así que no lo descartes como posibilidad. Tómate un bellini al atardecer en el bar Franco’s o cena en el restaurante Botargo, con mientras disfrutas de unas vistas arrebatadoras.
Emporio es un pueblo más pequeño y aún más bonito, con unos pocos Airbnbs y cafeterías tradicionales. Para conocer Santorini cuando no está repleta de cruceros e instagrammers, explora el sur de la isla, mucho más tranquilo. Eso sí, recuerda no compartir tus descubrimientos y guarda los secretos que encuentres.
3. CORFÚ
Corfú es la reina del baile de las islas jónicas. Su capital, ciudad cosmopolita donde las haya, es un encantador batiburrillo de influencias coloniales venecianas, británicas y francesas. La noche ideal en la ciudad empieza con unos cócteles en la calle Liston, seguida por una cena en Salto, un bistro sin pretensiones a las afueras del casco antiguo.
Con sus pueblecitos de colores pastel, sus vibrantes campos de olivos e imponentes mansiones, el resto de la isla recuerda a la Toscana, pero con la ventaja extra de contar con algunas de las mejores playas de Europa. Los más avispados se alojan en la costa noreste de Corfú (apodada Kensington-on-Sea, “el Kensington de costa”), uno de los lugares favoritos de la jet set británica.
El cercano Agni, un pequeño pueblo pesquero con tres tabernas rivales (la mejor es Toula), está repleto de familias ricas y lanchas.
Desde este lugar puedes alquilar un barco y adentrarte en una ensenada, por ejemplo, Nissaki, Agios Stefanos o Kerasia, o aventurarte en el corazón de la isla hasta Ambelonas, una encantadora escuela de hostelería con bodega y restaurante que se especializa en platos locales atípicos, como el cerdo asado con membrillo o la crème brûlée con kumquats de la isla.
4. CEFALONIA
Sus impresionantes paisajes cumplen las expectativas: la blanca playa de Myrtos, la gran atracción de la isla; la playa de Horgota, bordeada de pinos, y las alturas de vértigo del monte Ainos, un parque nacional por el que deambulan los gamos y los caballos salvajes.
La empresa Outdoor Kefalonia organiza safaris en coche muy recomendables, si es que tienes el estómago fuerte para aguantar las curvas muy cerradas de las carreteras serpenteantes. Sorprendentemente, los dos pueblos costeros más bonitos, Assos y Fiskardo, no tienen la fama que merecen, pero los visitantes más selectos sí han descubierto su fotogénica belleza.
Todo el mundo, desde John Galliano a Jon Bon Jovi, se ha lanzado a la costa para probar la pasta marinera del Tassia, en Fiskardo, acompañado de un vino robola o muscat de la zona.
La costa rocosa que rodea Fiskardo está deliciosamente limpia, así que podrás hacer esnórquel en los pueblecitos de Dafnoudi o de Emblissi, flanqueados de afloramientos de piedra caliza que le dan al agua un tono azul eléctrico.
5. CRETA
La mayor de las islas griegas y el lugar de nacimiento de Zeus, Creta lo tiene todo: ruinas antiguas, picos montañosos cubiertos de nieve y playas para aburrir. El sol está garantizado prácticamente todo el año, pero pasear y hacer turismo tiene un encanto especial en primavera.
El palacio minoico de Cnosos es glorioso, aunque el interminable goteo de excursiones de turistas le quita un poco de encanto, pero hay otros enclaves históricos menos conocidos y absolutamente arrebatadores, como Aptera y Malia, por toda la isla.
Los dieciséis kilómetros de longitud del desfiladero de Samaria siempre está a rebosar de peregrinos, pero hay otros 50 cañones que pueden explorarse, y a menudo solo los compartimos con las esquivas kri-kri (cabras salvajes).
Una de las rutas de senderismo más impresionantes atraviesa el desfiladero de Aradena por la región agreste y accidentada de Sfakia y termina en Marmara, una prístina ensenada en el mar Libio, donde podrás darte un chapuzón refrescante y almorzar en una de las mejores tabernas de Creta, Dialiskari.
A excepción de Elounda, un enclave ostentoso popular entre la jet set, la costa noreste ha recibido el castigo de la explotación urbanística. Si quieres vivir la experiencia auténtica de los pueblos rodeados de campos de olivos y naranjos, dirígete al oeste, al valle de Amari o a Apokoronas, o al sur, donde están las mejores playas de Creta.
Otra opción es hacer un retiro en la naturaleza en Milia, un caserío del siglo XVII que utiliza íntegramente energía solar. Todas las opciones del menú utilizan solo ingredientes cultivados, pescados o criados de manera local. De hecho, es casi imposible comer mal en Creta, ya que produce increíbles quesos, mieles y aceite de oliva, así como platos de paletilla, conejo o cerdo asado.
El tiempo parece detenerse en los pueblos de montaña, donde lugareños de bigotes poblados te dan la bienvenida con unos chupitos de raki para desayunar o celebran el santo de alguien con una salva de disparos al aire. Hasta los carteles de tráfico están llenos de agujeros de bala.
6. ZACINTO/ZANTE
Zacinto, o Zante, se ha ganado el ser denominada la isla más verde de Grecia. No es solo por las colinas esmeraldinas que se alzan contra el azul eléctrico del mar Jónico; gran parte de la costa sur es una reserva natural en la que las tortugas bobas, en peligro de extinción, salen del cascarón. Estas zonas tienen el acceso restringido, pero hay infinidad de ensenadas teñidas de cualquier tono de azul o verde imaginable.
La pequeña Xigia tiene burbujeantes aguas termales sumergidas, y la escapada Porto Limnionas, tumbonas encajadas entre las rocas y las sombrillas de paja colocadas estratégicamente entre los pinos.
Skinari es el punto de salida de muchos viajes en barco a los monumentos más famosos, las Cuevas Azules y Bahía Navagio (también llamada Shipwreck, “naufragio”), donde un oxidado transatlántico varado oscila contra los blancos acantilados. Desde Keri puedes hacerte a la mar hacia la isla Marathonisi, otro santuario de tortugas.
El interior montañoso, plagado de tranquilos pueblecitos de piedra sobresaliendo en los bosques de pinos, es ideal para hacer rutas en bicicleta y senderismo (Eco Zante puede organizar actividades al aire libre con guías nativos). El Parque de Piedra de Askos es un santuario de vida natural poblado de ciervos, chinchillas y docenas de otras especies.
Después de explorar el castillo veneciano en lo alto del puerto, invita a tus niños a unas pizzas de masa fina (con ingredientes al gusto adulto, como bresaola, berenjena y queso gorgonzola) en Alesta, en la preciosa plaza de San Marcos.
7. LÉUCADE/LEFKADA
Lefkada es una anomalía en toda la lista que hemos presentado. A diferencia de otras islas Jónicas, es accesible desde tierra a través de una carretera elevada en la punta noreste. La capital de Lefkada, que quedó derruida tras un terremoto en los años 50, no tiene una belleza arrebatadora, pero sí la tienen las famosas playas bordeadas de acantilados, Egremni y Porto Katsiki.
Mires donde mires encontrarás playas resguardadas del viento, pero si has venido para domar las olas, la costa sur es ideal para el windsurf (dirígete a Vassiliki o Sivota, donde se celebran los campeonatos mundiales de windsurf) y la bahía de Agios Ioannis está a rebosar de aficionados del kitesurf.
En Nidri, súbete a un barco para explorar los islotes vecinos. Podrás nadar por las cuevas de Kalamos, comer espeto de atún con tarama en la taberna Errikos de Meganisi, que causa furor entre los billonarios más discretos. También podrás ver el atardecer con un mastika aromatizado con albahaca con tónica en Mylos, un molino reconvertido en bar en Kastos.
Si buscas un ambiente más fresco o apartado de los turistas de verano, atraviesa los bosques de avellanos y pinos hacia el interior montañoso de Lefkada y explora los tranquilos pueblos de Karya (hogar de un encantador museo de textil), Eglouvi (ideal para jugar al backgammon a la sombra de los plataneros) y Exanthia (para ver cómo se pone el sol sobre las nubes en el restaurante Rachi). Podrías incluso ver a los aventureros lanzándose en parapente desde la montaña.